Ulises de la Cruz, asambleísta por Carchi. La lluvia de agresiones, directas o veladas, no se hizo esperar. Los comentarios, desde anticuados hasta grotescos, anduvieron circulando por twitter o facebook durante días. Las increpaciones al respecto se derivaron a terceros o cuartos o quintos. Basta ser parte de este gobierno, o considerarse militante del proyecto, para que uno mismo tenga que resolver una interrogante para cuya respuesta no tiene muchos elementos.
Para establecer una respuesta coherente, es necesario partir de qué es lo que y que es lo que no se espera de un asambleísta. Empezaré por lo último. Qué no espero de un asambleísta. En mi criterio profesional, un asambleísta debe saber menos de generación de leyes y más de políticas públicas. Existe la creencia de que la asamblea está para hacer leyes y para eso se requiere ser abogado. En realidad, la ley, en la concepción actual de un Estado moderno, es el principal instrumento de política pública, que establece los límites de los instrumentos de política pública en relación a un problema específico. (Política pública, en simple, es la decisión política que toma un gobierno – local, regional o nacional – para resolver un problema que afecta a su población).
En esta forma de comprender el rol del asambleísta, se debe tener un profundo conocimiento de los problemas que tiene una comunidad, una formación ideológica que le permita canalizar las respuestas que propondrá, y una forma de articulación de esas respuestas que beneficien a los que “sufren” el problema; finalmente, canalizar esas respuestas en un marco legal. Para esto no se requiere ser profesional abogado o economista, de hecho, en las universidades enseñan poca ideología, muy poca forma de investigación de los problemas sociales y nada de habilidades políticas para articular respuestas.
Por otro lado, se cree que más formado para la asamblea está quien ya estuvo en la asamblea. Baste señalar los años pasados de congreso nacional como para evidenciar que no es la mejor referencia. Y no me refiero sólo a los años lejanos, sino a los cercanos que tampoco me siento satisfecho con la gestión de la asamblea. Algunos de los marcos legales y resoluciones que se han expedido los miembros de las legislaturas anteriores, desde causan gracia (le mataron al che estando vivo) hasta terror (ley de zona franca de Huaquillas).
Adicionalmente, creo necesario transparentar la todavía vigente creencia de la supremacía de las profesiones. Un abogado o un economista deben ser, por default, mejores profesionales que cualquier otra profesión. Un futbolista profesional o un actor profesional no son dignos y siempre serán peores profesionales. En lo personal, como comunicador no me creo ni superior ni inferior que otros profesionales.
Con estas ideas quiero decir que, un asambleísta no debe saber tanto como hacer una ley (para eso podrá contratar un abogado que le ayude en la redacción) como entender el problema público, no debe tener tanta experiencia en un cuerpo colegiado, como articular decisiones con los diferentes actores involucrados y finalmente, ser profesional de cualquier rama siempre y cuando su actitud sea profesional.
Con el mayor respeto a todos los que mencionaré, me parece que un personaje de televisión como Jimmy Jairala ha hecho una mejor gestión como Prefecto del Guayas, habiendo sido periodista antes; que la que hizo Marcelo Cabrera cuando fue prefecto del Azuay. Me parece también que José Francisco Cevallos, habiendo sido futbolista profesional antes, ha hecho mucho mejor rol como Ministro de Deportes, que el “comecheques”. Asambleístas profesionales como Andrés Páez o Luís Escala han aportado al país una décima parte de lo que, en mi opinión, podrá aportar Ulises de la Cruz, de quien sé y he constatado, tiene un discurso muy bien posicionado en la izquierda, a partir de lo cual ha emprendido labores de desarrollo (no asistencia) en su comunidad que incluye una comprensión de la cobertura de necesidades básicas y acceso a educación.