Del mundial se ha dicho tanto y seguiremos hablando hasta que se acabe este bicho que nos emboba y relativiza todas nuestras prioridades y urgencias durante un mes que, aunque no lo queramos, es un mes que esperamos con ansias durante 4 años. 4 años de sufrir para ver si Ecuador clasifica y una vez clasificado, estar expectantes hasta el primer partido y luego, todo ese mundial, estar atentos a cualquier medio para saber cuánto queda cada partido. Y en este vibrar nos morimos de iras cuando vemos la injusticia de unos arbitrajes de a perro y nos preguntamos por qué la FIFA no usa tecnología para mejorar la calidad del juego.
Es un tema no menor, el de Brasil se estima que lleva costando la friolera de 14 mil millones de dólares solo en organización. No tengo a mano el presupuesto de DIRECTV para esta transmisión que sin duda es la mejor transmisión de la historia. Nunca hemos visto tantas cámaras de tanta calidad instaladas en tantos sitios para filmar hasta la última gota de sudor, no solo de los jugadores, sino del público. Sólo en los juegos olímpicos se puede ver algo, más o menos parecido. Y sin embargo, en los Juegos Olímpicos se hacen grandes inversiones en software y hardware para poder medir a la milésima, al milímetro, al miligramo cada resultado, después de todo, es esa diferencia la que da un récord mundial u olímpico o ambos.
Fuente: http://www.belairinternet.com/best-ways-to-catch-all-the-2014-fifa-world-cup-action/
Y en el evento más popular de los deportes, mucho más popular que una olimpíada, no hay la misma preocupación. El argumento histórico es que se quiere mantener el espíritu popular del deporte y no se pueden generar condiciones diferentes a las que se podrían tener en un partido de liga barrial. Vaya peregrino el argumento.
Nuestra sabiduría popular nos hace creer que el deporte en general, y el fútbol en particular, son la máxima expresión de la solidaridad, del respeto, del buen ser humano en resume, en donde todos los valores más sublimes de la humanidad se expresan como en ningún otro lado. Al menos eso nos quieren hacer creer. Y no. Si así fuese, ¿por qué no usar la tecnología de la propia televisión para hacer más transparente, justo y ecuánime un partido? ¿Por qué seguir creyendo en la “sabiduría del árbitro”?. Al fin de cuentas, al contrario que en los olímpicos, acá no hay ninguna inversión que hacer, tan solo usar la transmisión en vivo para determinar si un fallo arbitral es el correcto o no. Que la máxima expresión de la tecnología sea que el árbitro tenga espuma de carnaval para hacer dibujitos en la cancha es un atentado a la inteligencia y a la humanidad entera.
La razón es obvia, mientras toda la razón la tenga un árbitro, toda la manipulación que se requiere sobre los resultados de cualquier partido, estará a la disposición de los patrones de la FIFA. Aquella transnacional que todos sabemos de lo que es capaz. Los ejemplos sobran en este mundial. Tantos penales inexistentes sancionados en contra de los que no conforman el “mainstream”, empezando con el de Brasil contra Croacia y terminando con el de Holanda contra México de ayer.
Es claro que el Mundial es cualquier cosa menos una cita deportiva. Detrás de la FIFA y su cómoda posición de patrones impunes de una actividad ante la cual no rinden cuentas a nadie, excepto a ellos mismo, existen miles de millones de dólares en publicidad pautada por las grandes transnacionales que se pueden apreciar en el perímetro de las canchas. A estas compañías les interesa el rating mundial por el cual se aseguran que millones de personas vean su marca durante 90 minutos con cada partido, más el pautaje en los medios de cada país. El costo por millar de este pautaje debe ser una ganga, siempre y cuando tengas todo el dinero que se requiere para bajarte al competidor que llegó antes que tu marca. (¿Se imaginan a gatorade bajándose a punta de miles de millones al bodrio ese que es powerade de coca cola?)
El Mundial es un show y como todos sabemos, el show debe continuar. Para que continúe tienen que haber equipos que “llamen la atención”, equipos que la gente quiere ver, especialmente en Europa. Ningún hincha europeo va a ver una final en la que se enfrenten, por poner ejemplos de equipazos ya eliminados, Chile contra México. Y aunque en Latinoamérica sería una fiesta, ciertamente no somos ni de lejos mercados atractivos como lo son Europa o el extremo oriente.
Por eso es tan relevante el penal contra Robben en el último minuto. Si se aceptase el uso de la tecnología de televisión para determinar si, en un momento tan importante del partido, eso era un penal o un amague, a lo mejor no habría más Holanda. De seguro en los interiores de la FIFA ya suficiente dolor de cabeza tienen con el hecho de que Inglaterra, Italia o España hayan quedado fuera en primera ronda, como para permitir siquiera que en cuartos de final solo haya equipos latinos.
Foto: AP
A fin de cuentas, el Mundial no es más que una réplica exacta de la geopolítica internacional, en donde los que tienen el poder se inventan razones, excusas y argumentos para hacer lo que les viene en gana con tal de salvar el status quo, los rendimientos financieros y las relaciones asimétricas con el resto de países que, sabiendo que son injustas estas relaciones, ven con creciente incredulidad que sus dirigentes las permitan. (Sino, pregúntenle a un español cualquiera desempleado y hambriento cómo se siente viendo que Rajoy cumple al día con cada receta del FMI)